Si andáis buscando un videojuego protagonizado por vuestro arqueólogo favorito (me refiero a Indiana Jones, no a Mark Lehner ni a ningún otro profesional serio), con un argumento interesante, diálogos brillantes, nazis malvados y muchos acertijos, deberíais probar “Indiana Jones and the Fate of Atlantis”. Si, por el contrario, preferís un juego de Indy que podría haber salido perfectamente hace cuatro o cinco años y queréis muscular vuestros raquíticos antebrazos, “Indiana Jones y el Cetro de los Reyes”, en su versión para Wii, es vuestra elección.
De todas formas, el primero es un contenido extra del segundo, así que si éste no os gusta, como mucho habréis perdido unos 50 euros, que es lo que costaría “El Cetro de los Reyes” si le restásemos el precio que tenía el “Fate of Atlantis” cuando Activision lo reeditó hace dos o tres años. Además, en mi caso, si no me hubiera gastado ese dinero en este juego, probablemente habría acabado haciéndolo en el cómic de “Batman: Año Uno”, un disco de Mötley Crüe y 102 rollos de papel higiénico. Qué bien me hubiera venido ese papel higiénico.
No sé, puede que esté siendo demasiado duro con LucasArts. Al fin y al cabo, “El Cetro de los Reyes” es lo más cercano a las pelis de Indy que he experimentado en un videojuego. El problema es que la ejecución es un poco desastrosa. Y al decir “un poco” estoy siendo tan generoso como cuando Spider-Man se dejó ganar por el doctor Octopus para salvar Nueva York. En realidad, parece que los conceptos y fundamentos del juego hubieran sido concebidos por un grupo de amantes de las cintas de Indiana Jones, y luego hubieran dejado su elaboración y desarrollo a un equipo de monos retrasados dirigidos por un pisapapeles. Puede que esto tenga que ver con el hecho de que inicialmente el juego iba a salir para PlayStation 3 y Xbox 360.
Nuestra historia comienza en 1939, un año después de “La Última Cruzada”, y gira en torno a la búsqueda de un reliquia religiosa; algo mucho más interesante que, por ejemplo, un cráneo extraterrestre de cristal, por decir la primera chorrada que se me pasa por la cabeza. El MacGuffin en cuestión es el bastón de Moisés; ya sabéis, aquel que se transformaba en serpiente, separaba las aguas y potenciaba la magia Fuego++ en un 20%. (Para más información sobre Moisés, leeos mi artículo sobre la película “Los Diez Mandamientos” y su segunda parte; no aprenderéis casi nada, pero es gratis.)
La búsqueda del bastón nos llevará por todo el Globo, desde Sudán hasta Nepal, pasando por San Francisco, Panamá y Estambul, y, por último, subiremos a bordo del Odín, no el dios nórdico, sino el Zeppelin nazi que sale en la imagen de arriba. En lo que a localizaciones se refiere, poco más que añadir, salvo que los escenarios son increíbles y su diseño nada tiene que envidiar al de las producciones cinematográficas de Lucas y Spielberg. Con diferencia, el mejor apartado del juego.
En cuanto a la acción, “El Cetro de los Reyes” reúne y homenajea al mismo tiempo casi todos los elementos que hicieron de la trilogía original un clásico. Hay peleas a puñetazo limpio, tiroteos, trampas mortales, persecuciones… Tomemos como ejemplo la primera pantalla del juego:
Indiana está cruzando un puente colgante cuando una araña enorme desciende del techo. El docto profesor, que ha superado trances mucho peores, sonríe socarronamente y fríe al arácnido con su antorcha. ¿Problema resuelto? ¡No!, porque cientos de arañas corretean ahora hacia él desde otro lado del abismo. Rápidamente, Indy se da la vuelta, dispuesto a emprender la huida, pero se topa con otra marabunta arácnida. Atrapado entre la espada y la pared, Indy utiliza la antorcha para defenderse, con la mala fortuna de que acaba prendiendo accidentalmente fuego al puente, que comienza a tambalearse. Indy echa a correr con todas sus fuerzas mientras el puente se desprende y, en el último segundo, salta y consigue aferrarse al borde del risco. En efecto, puro Indiana Jones, y todo ello, además, magistralmente ambientado gracias a la banda sonora de John Williams, que, salvo error por mi parte, incluso incorpora algunos de los temas de “Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal”. En mi modesta opinión, es lo mejor que se ha oído hasta la fecha en un videojuego de Indiana Jones.
Hasta aquí, lo bueno. Ahora, como decía aquel general gungan, es la hora del dolor.
Supongo que podría decirse que los gráficos están bien para una PlayStation 2, pero, lo que es yo, si me compro un juego para una videoconsola de nueva generación, aunque sea la Wii, lo primero que espero es que sea visualmente impresionante y no solo aceptable. Cuando analizo un juego que ya tiene sus añitos, como “Solstice” o “Monkey Island 2″, no suelo prestar mucha atención al apartado gráfico (las frases “revolucionario para su época” o “cumple su cometido” son muy socorridas); pero aquí es una cuestión de expectativa. Y no se puede comparar un “Ninja Blade” o un “Resident Evil 5″ con esto:
Bueno, se puede, pero no se debe. Es como si Hugh Jackman y yo participásemos en una subasta de solteros. El pobre Hugh no tendría nada que hacer y yo me sentiría muy mal por él. Porque ya está casado.
De todos modos, no voy a ensañarme por una cuestión menor. Puede que los Sims tengan más polígonos y texturas que Indy, pero al menos el diseño de los escenarios está muy currado. Y perdonad que me agarre a esto como a un clavo ardiendo. ¿He mencionado ya que me gasté 60 euros en este juego?
El desarrollo de las pantallas es completamente lineal, si bien alterna fases de todo tipo. Hay momentos de “exploración”, en los que tendremos que usar nuestra pericia y habilidad con el látigo para avanzar, y que se intercalan con algunos puzzles no demasiado complicados; quick time events, que, al parecer, son la última moda en videojuegos; y peleas en plan beat ’em up, en las que, para derribar a los malos, podremos utilizar tanto nuestros puños y nuestro látigo, como casi todo lo que no esté pegado al suelo, desde botellas y bolas de billar a llaves inglesas y palas, pasando por métodos de matar más sofisticados, como tirar armarios, estampar a la gente contra un acuario o soltar cabras. Los videojuegos necesitan más cabras.
Junto a estas fases, tenemos también tiroteos y persecuciones. La mecánica de los primeros es la propia de un shooter cualquiera: nos parapetamos de forma automática tras alguna caja o roca colocada estratégicamente y nos levantamos para disparar contra nuestros enemigos. También podemos utilizar elementos del escenario a nuestro favor, como barriles de gasolina, cajas de fuegos artificiales o tanques de agua. Las persecuciones, por otro lado, pueden ponernos a los mandos de una avioneta o incluso a lomos de un elefante.
Si estáis pensando “¡Guau! Con tanta variedad este juego tiene que ser increíble”, estáis parcialmente equivocados. Solo debería serlo. Porque, como trataré de haceros comprender a lo largo de este artículo, “El Cetro de los Reyes” es como un espectacular deportivo con las ruedas cuadradas.
El primer problema serio es que los controles no responden todo lo bien que deberían. En teoría, y si a uno no le importa mostrar signos de vida mientras juega a la videoconsola aparte de respirar y pestañear de vez en cuando, el mando de la Wii debería servir para meternos aún más en la piel del personaje. En la práctica, te entran ganas de arrancarte la piel a tiras. Durante las peleas, el Nunchuk funciona como si fuera nuestro puño izquierdo, y el Wiimote, el derecho; podemos dar puñetazos directos, ganchos, usar el látigo para atraer o derribar a los malos, coger y arrojar objetos… todo haciendo ridículos y fatigosos aspavientos, como viene siendo habitual en la consola de Nintendo. Sin embargo, no es extraño que Indy acabe haciendo un movimiento distinto al que nosotros estábamos ejecutando o que no haga ninguno en absoluto, lo cual es frustrante y le quita toda la gracia al asunto.
Un caso más problemático es el de la avioneta. Aquí utilizamos el Wiimote a modo de joystick, manteniéndolo apuntado hacia el techo para permanecer estables e inclinándolo para girar o cambiar de altura. La idea es cojonuda; pero los controles son tan sensibles que cualquier movimiento mínimamente brusco hará que terminemos nuestros días convertidos en una bola de fuego. Ni se os ocurra rascaros o estornudar en medio del vuelo. Con los restantes medios de transporte ocurre tres cuartos de lo mismo.
No obstante, lo que plantea mayores dificultades respecto del control son aquellos movimientos instintivos del jugador que dan lugar a una muerte fatal. Por ejemplo, si Indy, teniendo la cámara a la espalda, camina hasta el borde de un barranco, trastabillará y se agarrará al borde; en tal caso, estaréis de acuerdo conmigo en que lo lógico sería mover el stick analógico hacia nosotros, esto es, hacia la cámara, para que Indy trepe; sin embargo, si hacemos esto, Indy decidirá que vivir no merece la pena y se dejará caer al vacío; y es que, nos enfoque desde donde nos enfoque la cámara, para trepar siempre tenemos que mover el stick hacia delante, aunque no sea lo más intuitivo.
Lo mismo ocurre cuando nos pegamos a una pared para franquear un desfiladero; si luego queremos separarnos del muro, no nos queda otra que mover el stick hacia abajo, aunque el personaje esté mirando pa’ Lugo. Por supuesto, cualquiera puede acostumbrarse a estos inconvenientes, pero seguro que también podría acostumbrarme a recibir patadas en los huevos y no por ello querría soportarlo.
Después de todo esto, quizá no me creáis si os digo que todavía falta lo peor; pero es cierto. Por eso, he colocado un dibujo tan chulo aquí al lado, para que el trago sea menos amargo. Y es que lo peor de todo es la sensación de que el juego ha sido lanzado antes de tiempo. ¿Por qué digo esto? Pues, en primer lugar, porque hay montones de glitches. En mi primera partida, el juego se quedó congelado cuatro o cinco veces y también vi a un nazi al que había noqueado deslizarse cual bobsled por la arena del desierto, a otro nazi volar hasta el techo como si fuera un globo lleno de helio y a Indy quedarse flotando sobre una fosa con los brazos en alto tras ser empujado hasta allí por una pared móvil.
Ahora bien, por triste que suene, la existencia de glitches es perfectamente comprensible, ya que ningún beta tester en su sano juicio querría jugar más de una partida a “El Cetro de los Reyes”. El motivo es bien sencillo: no hay ninguna forma de saltarse las escenas de vídeo ni las explicaciones de Indy sobre cómo jugar. Es decir, si morimos, pongamos por ejemplo, durante el primer tiroteo, tendremos que tragarnos de nuevo tanto la cinemática que precede la fase en cuestión, como todas las instrucciones sobre cómo movernos, disparar, recargar, etc., perdiendo cada vez que muramos cinco minutos en oír la misma cantinela.
Igualmente, si repetimos alguna pantalla que ya hayamos superado para desbloquear logros o encontrar algún tesoro perdido, no solo tendremos que ver cualquier escena que haya a lo largo del nivel y escuchar los “tutoriales” oportunos, sino que si llegamos hasta el final de la fase en lugar de volver a la pantalla de título desde el menú, también nos tocará presenciar la escena que preceda la fase siguiente. Al final, da la impresión de que nadie se ha molestado en probar el juego una vez terminado. La otra posibilidad es que LucasArts esté conchabada con el Diablo y quiera amargar nuestra existencia para que cometamos actos de maldad y vayamos al Infierno.
Cambiando un poco el tono, los extras están bastante bien; pero no suplen las deficiencias de la aventura principal. El modo “¡Viaje en equipo!”, en el que un jugador maneja a Indy y otro a su padre, es entretenido e incluso divertido a ratos; pero se puede pasar en menos de dos horas, pese a todos los problemas que ya he comentado. También hay un multijugador que apenas he probado, aunque, a la vista de cómo son los controles, seguro que es muy cansino; y, como curiosidad, si reunimos los logros y tesoros necesarios, podemos activar el clásico modo cabezón, o jugar con Indy vestido de esmoquin o de Han Solo.
El “Fate of Atlantis”, como ya mencioné al principio del artículo, es otro de los contenidos adicionales, pero los únicos cambios respecto de la versión para PC son que ahora el juego se controla con el Wiimote y que la música suena un poco peor debido al proceso de conversión; aún así, sigue siendo lo mejor del disco.
Por último, señalar que el juego ha sido íntegramente traducido y doblado al castellano. Los anglófobos seguro que lo agradecen, pero a mí, personalmente, el tema del doblaje español no acaba de convencerme, ya que si bien no tengo ni idea de cómo suena la voz original de Harrison Ford, sí que sé cómo suena en castellano, y, lamentablemente, ni Salvador Vidal ni Camilo García han prestado su voz al personaje. En inglés me la hubieran dado con queso; en español, no. Y no sé si habrá premios al mejor doblaje de un videojuego, pero desde luego los actores que han trabajado en “El Cetro de los Reyes” no se llevarían ni el de consolación.
Por otro lado, activar los subtítulos no es una opción, sino un imperativo categórico. No es ya solo que las voces se oigan fatal aunque bajemos el volumen de la música y de los efectos de sonido; es que, en ocasiones, no se oyen en absoluto. Además, hay un problema añadido: la distribuidora en España no ha colocado debidamente los subtítulos, y a veces éstos aparecen varios segundos antes de que los personajes pronuncien su frase. No es el fin del mundo, pero queda fatal.
En conclusión, “El Cetro de los Reyes” es el juego de Indiana Jones que jamás debí haberme comprado, otro “Buffy the Vampire Slayer: Chaos Bleeds” y otro “The Hulk”, una decepción como la copa de un pino que más tontos como yo comprarán solo por el nombre. Mi consejo es que si sois muy fans de Indy, lo alquiléis un fin de semana y os lo paséis de una sentada. Pagar por él es tirar el dinero.
Este análisis no ha sido patrocinado por LucasArts.
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